Reportero de Policiacas

El caso de Alejandra Acosta ha puesto al descubierto graves deficiencias en el sistema de salud de Chihuahua. Tras más de un año de peregrinaje médico, Acosta enfrenta una batalla no solo contra su enfermedad, sino también contra un sistema que parece haberla abandonado.

“Me siento como una pelota de ping-pong entre instituciones”, declaró Acosta, visiblemente frustrada. Su odisea comenzó con el Seguro Popular (ahora INSABI), pasando por el Hospital General y el IMSS, sin lograr un diagnóstico claro ni un tratamiento efectivo.

La falta de coordinación entre instituciones ha llevado a diagnósticos contradictorios y tratamientos interrumpidos abruptamente. “Un día me dicen que tengo lupus, al otro que son bacterias en la sangre. Me internan por condiciones supuestamente graves y me dan de alta sin explicaciones”, relató Acosta.

El episodio más alarmante ocurrió en el IMSS, donde un tratamiento prescrito por un mes fue suspendido después de solo 24 horas, dándole el alta una semana después sin justificación aparente. Esta decisión podría haber puesto en riesgo la vida de Acosta.

“¿Por qué me quitaron el tratamiento? ¿Por qué me dieron de alta si estaba grave?”, cuestiona Acosta, evidenciando la falta de transparencia en las decisiones médicas.

Este caso pone de manifiesto la urgente necesidad de una reforma en el sistema de salud de Chihuahua. La falta de seguimiento, la comunicación deficiente entre instituciones y la aparente negligencia en el cuidado de pacientes con condiciones complejas son problemas que requieren atención inmediata.

Mientras tanto, Alejandra Acosta sigue sin recibir el tratamiento que necesita, víctima de un sistema que parece más interesado en procesos burocráticos que en el bienestar de los pacientes. Su situación plantea una pregunta inquietante: ¿Cuántos otros pacientes en Chihuahua están sufriendo en silencio debido a estas fallas sistémicas?