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De chapulines a Judas, la desfachatez, humillación y poder: La realidad de los traidores en la política mexicana

Pasarse de un lado a otro del espectro político no solo requiere aprovechar una oportunidad, sino también tener en poco valor el significado de una traición, elevar las cuotas de cinismo y desfachatez, y “pagar” el costo político.

Normalmente, quien lo hace, si no tiene una carrera medianamente exitosa en el espacio público, solo aumenta el cinismo y lo que paga políticamente es muy poco, pues nadie los conoce.

“Este es el caso de los senadores del PRD que se pasaron a Morena, no hay ni quien les reclame”.

A mayor fama, mayor costo. Morena se ha hecho de una buena cantidad de “chapulines”, “Judas”, “traidores” o como se les quiera llamar. Basta tener la voluntad de abandonar el partido al que perteneces y Morena te admite en sus filas con un digno cargo de por medio.

No importa lo que hayas hecho o dicho antes: eres bienvenido. Claro, tienes que renunciar a ser el que eras. Y en muchas ocasiones aquí viene el problema, pues no todos los puestos dan para pagar la humillación de agachar la cabeza en público y ser exhibido como sirviente ruin y asqueroso del poderoso en turno. Es lo que hemos visto en las filas oficialistas en las últimas semanas. Las mayorías embebidas en su autoritarismo han exigido cuotas altas de humillación pública.

El caso más reciente fue el de la elección de Rosario Piedra, cuyo nombramiento terminó por doblegar las ganas de independencia de la presidenta como de senadoras y senadores morenistas, así como el supuesto alto aprecio que tenían por las cualidades y talento del expanista Javier Corral.

Todos vimos los modos verdaderamente primitivos y altaneros que el líder de la bancada de Morena en el Senado, Adán Augusto López, utilizó para sacar adelante la votación.

Desde obligar a los legisladores a mostrar su voto, darles boletas marcadas y mostrar una foto del sufragio, hasta la amenaza directa. La sorpresa no fue menor entre los miembros de la bancada oficialista. ¿Por qué los trataban así? Los habían invitado a evaluar y decidir, y cuando estaban a punto de hacerlo, los convirtieron en borregos.

“Es una decisión de Estado”, dejó deslizar el senador Adán Augusto. Y pues siendo así, todos agacharon la cabeza. Prefirieron la unidad de la bancada que una Comisión Nacional de Derechos Humanos que viera realmente por esos derechos. Hay prioridades, por supuesto.

Particularmente llamó la atención lo sucedido con el senador Javier Corral, el Iscariote de más altos vuelos, que jamás esperó ser tratado como uno más del redil morenista. Obtuvo la presidencia de una comisión importante y les creyó el cuento de la democracia y el consenso interno.

Explicó su postura en contra de varios de sus compañeros y se dejó ver con el líder de manera untuosa. El hombre fue humillado y subajado hasta el momento ignominioso en que votó por Rosario Piedra. Es lo que ganan en la traición. Creen que serán pilares del nuevo hogar, pero son los primeros obligados a doblar la cerviz, a callar y a obedecer, a vivir humillados y ofendidos.

Otro caso es el de Miguel Ángel Yunes, quien ya está de lleno en la bancada morenista y expulsado del panismo. El morenismo le pagó bien. Su responsabilidad como senador ahora es pasar lista en los recorridos de sus compañeros, ver que todos asisten y se suben al transporte. Grandes retos. Y es que hay traiciones que nunca se terminan de saldar. Las de Corral y Yunes son de esas. Y por eso los tratan así.