El Real Madrid, eterno referente del fútbol europeo, enfrenta una temporada que no convence. Pese a mantener el tipo en LaLiga gracias a su calidad individual, su desempeño en la Champions League ha dejado dudas. Hoy, frente al RB Salzburg, está obligado a mostrar su mejor versión.

La comparación con un artista en crisis ilustra el estado del equipo: talentoso, pero falto de inspiración. Su pragmatismo le ha permitido seguir en la lucha doméstica, aunque el juego dista de ser brillante. En este contexto, surge la pregunta: ¿debería el Madrid priorizar competiciones?

La respuesta es clara: no. La grandeza del club radica en su exigencia de ganar todo. Renunciar a un título sería traicionar su identidad. Carlo Ancelotti y su plantilla entienden que el Real Madrid vive de triunfos, y cualquier otro camino sería inadmisible, especialmente tras decepciones como los Clásicos recientes, donde el equipo sufrió dos derrotas y encajó nueve goles.

La gestión deportiva también está bajo la lupa. Los aficionados cuestionan la falta de refuerzos en defensa y critican el vínculo entre Florentino Pérez y Joan Laporta, exacerbado por la polémica de la Superliga y el “Caso Olmo”. Todo esto ha generado un descontento que no solo apunta a los jugadores y al cuerpo técnico, sino también a la directiva.

El reciente triunfo en Copa del Rey contra el Celta Vigo reflejó las carencias del equipo: brillantez individual, pero inconsistencia colectiva. Aunque ya cuentan con dos títulos esta temporada (Intercontinental y Supercopa de Europa), el club está obligado a aspirar a más.

El Real Madrid tiene el talento y el tiempo para revertir la situación. La historia exige grandeza, y los protagonistas deben estar a la altura. Ganar no es una opción, es una obligación.