Los gatos son animales muy limpios que dedican gran parte de su tiempo a acicalarse con su lengua. Además, la mayoría rechaza el contacto con el agua, lo que hace que el baño tradicional no siempre sea la mejor opción. En estos casos, el uso de espumas de lavado en seco, combinadas con un adecuado cepillado, puede ayudar a mantener su higiene sin generarles estrés.

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Sin embargo, hay situaciones en las que un baño se vuelve necesario. Por ejemplo, algunas razas de pelo largo requieren mayor cuidado, o puede ser preciso utilizar un champú desparasitante en caso de infestaciones. Además, problemas dermatológicos o la acumulación de suciedad como grasa o tierra pueden justificar un lavado ocasional.

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Si un gato no suele salir de casa, un baño mensual suele ser suficiente. En cambio, si se acostumbra al agua desde pequeño, el proceso puede ser menos traumático y más fácil de manejar. Al bañarlo, es fundamental usar agua tibia, un champú especial para gatos y evitar que el agua entre en sus ojos y oídos. Tras el baño, secarlo bien con una toalla o un secador silencioso ayudará a que recupere su comodidad rápidamente.