Nota y Fotos por: Silver Juárez Arce

En el vibrante callejón de la 3a entre Victoria y Aldama, en pleno centro histórico de Chihuahua, dos discretas estructuras pasan desapercibidas entre el ir y venir de locales y turistas: se trata de captadores de agua de lluvia, instalados estratégicamente para aprovechar las escasas precipitaciones de esta región desértica. A pesar de ubicarse en una zona concurrida flanqueada por dos restaurantes-bares emblemáticos que atraen a decenas de personas cada tarde, pocos reparan en su función ecológica.

Estos sistemas, con forma de pérgolas modernas, su diseño incluye superficies inclinadas que canalizan el agua pluvial hacia contenedores subterráneos durante las lluvias. Cuando los depósitos se llenan, personal del municipio extrae el líquido para regar las plantas y limpiar el corredor peatonal, reduciendo así el uso de agua potable en una ciudad donde el 40% de los acuíferos están sobreexplotados, según la Conagua.

Además de su función ambiental, las estructuras sirven como áreas de sombra para los visitantes que esperan mesa en los populares locales aledaños, sin imaginar que bajo sus pies se almacenan hasta 8,000 litros de agua por temporada.

Chihuahua, con un promedio de menos de 400 mm de lluvia al año y clasificado como zona árida, enfrenta retos críticos de gestión hídrica. Estos captadores impulsados por el programa municipal “Agua para el Futuro” representan un esfuerzo por innovar en un entorno urbano donde cada gota cuenta. Sin embargo, la falta de difusión sobre su propósito ha mantenido el proyecto en el anonimato, incluso entre quienes transitan diariamente por el sitio.

Por ahora, estos captadores siguen operando en silencio, demostrando que la sustentabilidad puede integrarse al paisaje urbano sin alterar la vida cotidiana.