¡Un logro sin precedentes! Más de la mitad de las curules ocupadas por mujeres… para garantizar la protección de un hombre acusado de abuso sexual. La justicia mexicana, siempre innovadora, convierte la tribuna en un escenario para discursos vacíos, no para la verdad.

La Cámara de Diputados, que por primera vez en la historia presume mayoría femenina, decidió el miercoles, que el fuero es el nuevo escudo para blindar a los poderosos. El caso de Cuauhtémoc Blanco es un recordatorio contundente de cómo el poder político en México sigue siendo un club exclusivo para proteger a los amigos influyentes, mientras la justicia queda relegada al rincón del olvido.

Cuauhtémoc Blanco llegó al Congreso escoltado por legisladoras que no solo votaron a su favor, sino que lo arroparon con entusiasmo. En un acto que debería haberlas hecho reflexionar, le cedieron la tribuna para que defendiera su supuesta inocencia con un discurso digno de una telenovela.

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Desde su pedestal, el exgobernador proclamó estar dispuesto a comparecer ante la Fiscalía, porque, claro, su inocencia es tan sólida como su retórica. Pero si realmente no tiene nada que ocultar, ¿por qué necesita el respaldo cálido de sus colegas legisladores? ¿Por qué no solicita licencia y enfrenta la denuncia como cualquier ciudadano común? Ah, la respuesta es tan evidente como incómoda.

Las y los legisladores, en su mayoría mujeres, se refugiaron en una excusa tan vieja como confiable: que las fiscalías locales están plagadas de corrupción e ineficiencia. Como si de repente fuera su responsabilidad arreglarlo. Curioso, porque cuando tuvieron la oportunidad de reformar el sistema de justicia, prefirieron ignorarlo y, en su lugar, impulsaron una reforma política diseñada para debilitar al poder judicial.

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Lo más indignante, lo que realmente hiere a quienes ven en el feminismo una herramienta de cambio social, es que este episodio desmonta la narrativa de que la representación femenina en política es sinónimo de progreso. Qué ironía tan amarga.

Y claro, siempre hay mujeres listas para ser cómplices del manual de encubrimiento. No solo traicionaron la oportunidad de demostrar que la representación femenina puede ser una alternativa real de poder, sino que traicionaron a las víctimas con una precisión casi artística. Las traicionaron sin pudor, sin vergüenza y, por supuesto, sin memoria.

Traicionaron a las que ya no están, a las que buscan justicia y a las que, después de este espectáculo, saben que si el agresor tiene poder y amigos en el Congreso, ni siquiera entre mujeres encontrarán el respaldo que necesitan. ¡Qué lección de sororidad tan ejemplar! Bravo por el Congreso, siempre innovando en formas de decepcionar.