“Malas influencias”: redes, infancia y el lado oscuro de la fama digital
La nueva serie de Netflix, Malas influencias, ha causado furor desde su estreno el pasado 9 de abril, al convertirse en la más vista en más de 30 países y superar a Adolescencia, que hasta entonces lideraba el ranking global. La miniserie, de tan solo tres episodios, expone con crudeza el impacto de la fama digital en menores, centrando su historia en una madre obsesionada con convertir a su hija en influencer. La producción pone sobre la mesa el debate sobre la explotación infantil disfrazada de contenido familiar en redes sociales.
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A través del personaje de Tiffany Smith y su hija Piper, la trama retrata cómo el deseo de éxito viral puede transformarse en una dinámica de presión psicológica, manipulación y hasta consecuencias legales. Con elementos de documental y ficción, la serie construye un retrato potente sobre cómo la infancia puede convertirse en un producto comercial en la era del algoritmo. La investigación del FBI dentro de la historia da cuenta de la seriedad de estas situaciones que, en la vida real, no son aisladas.
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Además de entretener, Malas influencias sacude y obliga a reflexionar sobre el papel de los adultos y las plataformas tecnológicas en la exposición de menores. El formato ha sido aplaudido por psicólogos y expertos en comunicación, quienes destacan su valor como herramienta de concientización. La pregunta central que plantea la serie resuena con fuerza: ¿quién protege a los niños cuando la cámara nunca se apaga?