Muchos gatos no disfrutan ser tomados en brazos, y eso no significa falta de afecto. Para ellos, perder el control de su cuerpo y no poder bajarse cuando lo desean puede generarles inseguridad. Los felinos valoran la libertad de decidir cuándo acercarse o alejarse, y levantarles sin previo aviso interrumpe esa autonomía tan importante en su naturaleza.

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Rechazar los brazos no implica que el gato no quiera a su dueño. Puede demostrar cariño de otras formas, como dormir cerca, frotarse, acompañarte mientras trabajas o mirarte con parpadeos lentos. La tolerancia al contacto depende de factores como la socialización temprana, experiencias negativas, personalidad, dolor físico o un ambiente estresante. Cada gato tiene su propio umbral de comodidad y forzarlo puede afectar la confianza.

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Para fomentar un vínculo físico positivo, lo ideal es empezar desde el suelo, levantarlo solo unos segundos y reforzar con caricias o snacks. Es clave aprender a leer su lenguaje corporal y nunca cogerlo por sorpresa, incomodarlo o retenerlo más de lo que quiere. Respetar sus límites no solo fortalece la relación, sino que garantiza que, si algún día quiere estar en brazos, lo hará por decisión propia.