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México entre pandas y aranceles: la “cuestión China” que incomoda al T-MEC

La revisión del T-MEC en 2026 se perfila como un campo minado diplomático y comercial, donde el crecimiento de las importaciones chinas y la presión estadounidense por blindar su mercado colocan a México en una encrucijada estratégica. Entre la diplomacia del panda y la geopolítica del chip, el país deberá decidir si sigue jugando a dos bandas o se inclina por uno de los gigantes.

En 1975, China regaló a México una pareja de pandas como gesto de buena voluntad. Medio siglo después, mientras la última descendiente envejece en Chapultepec, el vínculo entre ambos países ha evolucionado de lo simbólico a lo estructural: China es hoy la segunda fuente de importaciones mexicanas, con un 20% del total, desplazando a otros socios y reduciendo el dominio histórico de Estados Unidos, que cayó del 73% al 39.7%.

Este cambio de balanza comercial será uno de los temas más espinosos en la revisión del T-MEC programada para julio de 2026. El artículo 32.10 del tratado ya establece que cualquier país miembro puede abandonar el acuerdo si otro negocia libre comercio con una “economía de no mercado”, una referencia directa a China1. Pero Washington, bajo el segundo mandato de Donald Trump, busca ir más allá: exigir pruebas de que los productos que ingresan sin aranceles no contienen insumos chinos.

México importa de China principalmente celulares, autopartes, maquinaria y componentes electrónicos. Muchos de estos insumos son ensamblados en territorio nacional y exportados como productos mexicanos, lo que ha generado quejas de Estados Unidos por el “acceso indirecto” de China a su mercado1.

Además, se anticipa que Estados Unidos propondrá estándares más estrictos en temas laborales, ambientales y de transparencia empresarial para productos con origen chino. Esto se suma a un contexto de tensiones geopolíticas y reconfiguración de cadenas de suministro, donde China ha incrementado su inversión en México, alcanzando 600 millones de dólares en 2022 y 235 millones en el primer semestre de 20242.

La postura mexicana es ambigua: mientras se revocan concesiones de litio a empresas chinas, también se celebran reuniones de alto nivel e invitaciones a invertir. Y la opinión pública no ayuda a despejar el panorama: según Pew Research, 68% de los mexicanos cree que la tecnología china es más avanzada que la estadounidense.


Por lo tanto La revisión del T-MEC será mucho más que una discusión técnica sobre reglas de origen. Será una prueba de fuego para la diplomacia mexicana, que deberá equilibrar su creciente dependencia comercial de China con la presión política de Estados Unidos. En este tablero, cada chip, cada tornillo y cada panda cuenta.


México, ese país que juega al equilibrio como acróbata sin red, ahora debe demostrar que sus autopartes no tienen ADN chino, mientras sonríe a ambos gigantes y acaricia a su panda geriátrico.

¿Libre comercio? Solo si viene con certificado de pureza geopolítica. Y si no, pues a seguir practicando la diplomacia del oso: abrazar fuerte, pero sin que se note a quién.