Aunque cada perro tiene su propio carácter y gustos, hay algo que la mayoría comparte: la emoción de subirse a un coche. Basta con escuchar las llaves o ver la puerta del vehículo abierta para que muchos empiecen a mover la cola y mostrar una alegría contagiosa. Este entusiasmo no es casualidad; detrás hay razones sensoriales, instintivas y emocionales que explican por qué los paseos en automóvil son uno de sus momentos favoritos.

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Una de las principales causas es su olfato. Los perros poseen hasta 300 millones de células olfativas, frente a los 5 millones de los humanos, lo que convierte cada trayecto en una explosión de estímulos. Con la ventanilla abierta, perciben miles de aromas nuevos mientras avanzan, lo que convierte el viaje en una experiencia enriquecedora y llena de descubrimientos. Además, muchos canes consideran el coche como una extensión de su hogar, un espacio donde se sienten seguros, rodeados de su “manada” humana.

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Otros expertos señalan que esta emoción está vinculada a su instinto cazador. El movimiento del vehículo y la sensación de desplazamiento despiertan su espíritu explorador, haciéndolos sentir parte de una “expedición”. Además, los viajes alimentan su curiosidad natural, ya que cada ruta ofrece sonidos, paisajes y olores diferentes. Y por supuesto, algunos asocian el coche con la posibilidad de un premio o snack durante las paradas, lo que refuerza aún más su entusiasmo.

Viajar en coche con un perro no solo es una actividad placentera, sino también una oportunidad de fortalecer el vínculo con él. Eso sí, es importante cuidar su seguridad, mantenerlo bien sujeto, ofrecerle agua y hacer pausas durante el trayecto. Así, tanto tú como tu compañero peludo disfrutarán del viaje de principio a fin.