Nota y fotos por: Silver Juárez Arce

En una esquina del centro de Chihuahua, entre el bullicio del Buen Fin y el ir y venir de los transeúntes, un joven en situación de calle acariciaba a su único compañero: un oso de peluche, también abandonado, que comparte su misma suerte. La escena, capturada esta mañana, retrata una realidad que muchos prefieren ignorar, pero que es parte del paisaje urbano de la capital.

El joven, visiblemente afectado por el consumo de alcohol, se aferraba al peluche como si fuera su último vínculo con la calidez humana. Su mirada perdida y su postura encorvada hablan de noches frías, días de hambre y la indiferencia de una sociedad que pasa de largo. No es un caso aislado: es una cifra más en el creciente número de personas que sobreviven en las calles del centro de la ciudad.

En el centro, personas duermen a la intemperie, expuestas a las inclemencias del clima, la violencia y la adicción. Muchos, como este joven, encuentran en el alcohol un refugio temporal contra el frío y el dolor. Su oso de peluche, sucio y desgastado, es un recordatorio de que, incluso en la miseria, el ser humano busca consuelo en lo poco que tiene.