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CRÓNICA DE UN DEDAZO ANUNCIADO.

Redaccion y fotografia por: Dip. Alfredo Chávez


Ya comenzó la simulación de encuesta que Morena está realizando para elegir a su candidata presidencial. Serán varias preguntas, pero una tiene un valor 75% de valor sobre las demás: “¿A quién prefiere como coordinador o coordinadora de los comités de defensa de la Cuarta transformación rumbo a las elecciones de 2024?” y con ello se definirá a ‘la corcholata’ que representará al partido político en la elección de 2024.

Según Mario Delgado, dirigente de Morena, la razón de que una pregunta reciba tanto peso dentro de la encuesta responde a que “debe haber un ganador muy claro”, y con ello evitar “polémica respecto del ganador”. La que gane en esta pregunta, aun si “reprueba” en las demás, será la candidata. Las preguntas calificarán la percepción de la gente sobre los atributos de los candidatos, como la cercanía con la población, su nivel de compromiso y honestidad, pero en realidad, esas preguntas poco importan.

Según Mario Delgado serán 12,000 encuestas y el levantamiento durará siete días; los distritos donde se aplicarán se mantendrán en la mayor reserva posible para evitar que las corcholatas hagan campaña solamente en esos distritos.
Como sabemos, las corcholatas son los posibles sucesores del presidente. Una corcholata, en realidad es una tapadera que, una vez ha cumplido su función, es decir, tapar o cubrir algo, se desecha. Yo creo que los aspirantes de Morena son eso en realidad: tapaderas del Presidente, así que ese mote de “corcholatas” les queda muy bien.

Ahora bien, estos son los aspectos “técnicos” de estas supuestas encuestas que determinaran a la candidata de Morena. Lo cierto es que todos sabemos que en Morena importa la decisión de un solo hombre: Andrés Manuel López Obrador y precisamente por ello esta dizque campaña para determinar a su sucesor ha resultado fría, seca y de poco impacto para la opinión pública. Lo que han hecho no es buscar el contacto con la gente, sino aprovechar cada espacio posible para demostrarle al Presidente su nivel de compromiso o de adicción.

Hemos visto cosas verdaderamente ridículas que van desde la imitación del acento tabasqueño, la ida a un gimnasio a tratar de hacer ejercicio o, en un contexto más preocupante, los codazos y los jaloneos de una corcholata a su público. El punto es que de todo eso no ha quedado nada de provecho para el país, porque el ejercicio ni siquiera es en beneficio de la democracia, al contrario, y por si fuera poco, se ha conducido con una opacidad brutal en cuanto a sus costos y fuentes financiamiento.

El proceso ha sido desaseado, opaco y profundamente divisor, ya no solo para los mexicanos, sino entre los propios militantes de Morena que confirma lo que hemos venido viendo de tiempo atrás en ese partido: no saben construir, su interés no va más allá de sus apetitos y si estos no se cumplen, no dudan en destruir lo que sea necesario, para tratar de salirse con la suya.

Además, hay que decirlo: es ocioso. El Presidente ya eligió. No va a ser Adán Augusto López, Ni Marcelo Ebrard; va a ser Claudia Sheimbaum, una mujer gris que ha resultado incapaz para administrar la CDMX, pero que ha logrado convencer al Presidente y a sus intereses de que es ella la que más le garantiza la continuidad de su influencia y poder en el Gobierno, lo cual no hace sino recordarme al “Maximato”, aquel periodo de la historia de México dónde había un Presidente, sí, pero el que gobernaba lo hacía desde un rancho.

Gracias a todas y a todos los que se han preocupado por mi salud. Afortunadamente estamos muy bien, en plena recuperación, ya trabajando, y listo para lo que viene.