La historia de los Chicago Bulls está marcada por figuras que redefinieron el baloncesto. Sin embargo, uno destaca por encima de todos: Michael Jordan, considerado el jugador más influyente en la franquicia. Su carrera transformó al equipo y dejó una huella imborrable, estableciendo un antes y un después en la NBA. Entre los criterios para evaluar a los grandes de los Bulls se consideran trayectoria, campeonatos, fidelidad y calidad en la cancha.

En el Top 10 de Bulls, nombres como Norm Van Lier, Toni Kukoc y Horace Grant destacan por su impacto. Van Lier brilló en los años 70 por su defensa, siendo tres veces parte del All-Defensive First Team. Kukoc, figura del segundo three-peat, combinó talento europeo y entrega al equipo, mientras Grant consolidó el primer three-peat como un jugador silencioso pero determinante en ambos costados de la cancha.

Otros referentes incluyen a Dennis Rodman, el mejor rebotero moderno, cuya intensidad y carácter lo hicieron inolvidable; Artis Gilmore, dominante en el poste y seis veces All-Star; y Bob Love, un ala-pivote versátil y tercer máximo anotador de la franquicia. Jerry Sloan, pionero de los Bulls y figura defensiva, también dejó su marca antes de convertirse en leyenda como entrenador de Jazz. Derrick Rose, MVP más joven de la historia, y Scottie Pippen, coequipero inseparable de Jordan, completan la lista de gigantes que definieron la identidad del equipo.

En lo más alto de esta constelación, Michael Jordan sigue siendo el número uno indiscutible. Seis campeonatos, cinco MVP de temporada regular, diez veces máximo anotador y récord de 30.12 puntos por juego consolidan su legado. Su influencia trascendió la cancha: globalizó la NBA y transformó a los Bulls en un ícono mundial. La estatua frente al United Center es testimonio de su grandeza: no hubo ni habrá una estrella tan decisiva como él.