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EU vive su paradoja futbolera: entre el caos y la madurez internacional

Estados Unidos se encuentra atrapado en una paradoja futbolística: cuanto más se preocupa por el futbol, más disfuncional parece su selección nacional masculina. A pesar de abrir la Copa Oro con dos victorias, el equipo atraviesa una crisis estructural. Figuras como Christian Pulisic, Yunus Musah y Antonee Robinson se han bajado del torneo, mientras otras como Giovanni Reyna, Weston McKennie y Timothy Weah estuvieron ausentes por compromisos previos. Incluso jugadores clave como Folarin Balogun y Sergiño Dest se perdieron la cita por lesiones.

En este escenario, el técnico Mauricio Pochettino, llamado a revolucionar la selección, enfrenta tensiones dentro y fuera del vestidor. El clima se caldeó cuando el exjugador Landon Donovan cuestionó públicamente el compromiso de Pulisic, y el propio jugador respondió con ironía. Entre capturas de ChatGPT, reclamos familiares y declaraciones cruzadas, el ambiente recuerda más a un reality que a un proyecto rumbo al Mundial 2026, que Estados Unidos coorganizará.

El trasfondo revela una verdad incómoda: la selección estadounidense ya no es la prioridad para sus jugadores. En contraste con los años noventa, cuando representar al país era la cima para futbolistas como Donovan, hoy la élite estadounidense milita en clubes europeos de primer nivel, disputa la Champions League y lidia con calendarios sobrecargados. El romanticismo patriótico choca con una realidad profesional: los clubes pagan mejor, exigen más y juegan al nivel más alto.

Este fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos. Lewandowski amenazó con dejar Polonia si no cesaban al entrenador. Messi abandonó temporalmente a Argentina por frustraciones internas. Mbappé evitó compromisos con Francia. La selección nacional, en tiempos modernos, es un deber incómodo para muchos jugadores de élite. Y mientras el calendario internacional se sobrecarga, aumentan las lesiones, el desgaste físico y el desinterés por los torneos menores.

Aun así, el caos no es necesariamente síntoma de fracaso. La disfunción se ha vuelto la norma en el futbol de selecciones. España se quedó sin gol en Qatar 2022. Alemania no supera la fase de grupos desde 2014. Italia ni siquiera ha clasificado a los últimos dos mundiales. Incluso Brasil, con su inagotable talento, lleva más de dos décadas sin levantar la Copa. El futbol internacional, por su propia estructura, es un entorno imperfecto.

Por eso, lo que hoy parece un desastre podría no significar nada dentro de un año. Si la historia sirve de guía, como ocurrió con Marruecos en 2022 —envuelto en crisis antes del torneo y semifinalista al final—, Estados Unidos aún tiene margen para corregir. En una Copa del Mundo, todo puede cambiar en 90 minutos. Mientras tanto, el caos podría ser, simplemente, el precio que se paga por convertirse, por fin, en un verdadero país futbolero.