Los Pacers imponen corazón y estrategia: la victoria de los peones sobre el talento
En un Juego 3 cargado de simbolismo, Indiana Pacers demostró que el básquetbol –como la vida– no se define solo por el talento. La victoria 2-1 en las Finales de la NBA 2025 ante el poderoso Oklahoma City Thunder se tejió en los márgenes: en el esfuerzo invisible, en el sacrificio colectivo, en los centímetros que separan la gloria del fracaso.
La diferencia estuvo en los peones. Mientras Tyrese Haliburton y Pascal Siakam aportaron liderazgo y calidad, el alma del triunfo fue la segunda unidad. T.J. McConnell revolucionó el ritmo desde el banco con intensidad y cinco robos vitales. Bennedict Mathurin deslumbró con 27 puntos frente a los 18 del banco rival, y una defensa sofocante que limitó a sus oponentes a 1-5 en tiros de campo bajo su marca. El marcador del banco fue categórico: 49-18 a favor de Indiana.
No se trató de una actuación individual. Andrew Nembhard anuló a Shai Gilgeous-Alexander y lo obligó a perder seis balones. La presión fue tal que OKC sumó 19 pérdidas, su segunda cifra más alta de la temporada. Todo esto producto de una rotación profunda y perfectamente ensamblada por Rick Carlisle, quien construyó un equipo donde nadie es más que todos juntos.
En el tramo final, donde se deciden los campeonatos, los Pacers fueron demoledores. Ganaron el último cuarto 32-18, impulsados por una energía emocional y táctica superior. Haliburton, libre del aislamiento del segundo juego, brilló con 22 puntos y 11 asistencias, generando 25 unidades directas para su equipo. El clutch ya no es una zona de peligro: Indiana ostenta un imponente récord de 9-1 esta temporada en momentos decisivos.
La historia lo respalda: los equipos que ganan el Juego 3 en una serie empatada 1-1 se coronaron campeones en el 80% de los casos. Nadie vio venir a estos Pacers. Volaron bajo el radar. Silenciosos. Trabajadores. Constantes.
Los Pacers no ganaron por ser los más talentosos. Ganaron porque quisieron más. Porque se esforzaron más. Porque entendieron que el éxito no se hereda: se construye, centímetro a centímetro, cuando nadie mira.
En la batalla del corazón contra el talento, Indiana apostó por la integridad. Y esta vez, ganó el equipo que se arrojó primero al suelo.
