Mientras los semáforos de Chihuahua siguen en huelga silenciosa y las calles se convierten en laberintos sin señalización, el director de Vialidad, César Komaba Quezada, parece más enfocado en pintar su ruta política que en pintar los cruces peatonales. Las avenidas lucen como lienzos abandonados, sin líneas, sin orden, sin respeto por el peatón. Pero eso sí: la lealtad partidista está perfectamente trazada.

Hoy, Komaba no solo no deja su cargo —como la ley le permite— sino que no lo hace para asumir la dirigencia municipal del PAN, el partido que alguna vez se definió como bastión de la democracia y la honestidad.

¿Y qué mejor manera de honrar ese legado que colocar a un funcionario estatal al frente de la militancia local? Porque en Chihuahua, la congruencia gubernamental ya no se exige, se negocia.

Los afiliados al PAN, otrora defensores de la ética pública, hoy parecen conformarse con cuotas de poder disfrazadas de experiencia administrativa. ¿Qué importa que la ciudad esté mal señalizada si el partido está bien alineado?


En una ciudad donde los semáforos no funcionan, al menos sabemos que las luces verdes para el oportunismo político nunca fallan.