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Bolivia, el espejo incómodo de la 4T

Por César Olvera

La historia reciente de Bolivia debería ser lectura obligada en Palacio Nacional. El triunfo de Rodrigo Paz, un centroderechista con discurso de “capitalismo para todos”, no solo marca el fin de dos décadas de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), sino que también deja una lección dolorosa para los movimientos progresistas de América Latina: cuando la izquierda se divide, la derecha no perdona.

Claudia Sheinbaum lo dijo sin rodeos: “Cuando te divides, pierdes fuerza con la gente y el pueblo”. Y lo dijo en un momento en que Morena, el partido que sostiene la Cuarta Transformación, enfrenta sus propias turbulencias internas. Escándalos, egos desbordados, y una lucha silenciosa por el control del relato han comenzado a erosionar la cohesión que alguna vez fue su mayor fortaleza.

En Bolivia, la fractura entre Evo Morales y Luis Arce dejó al MAS sin candidato propio. La izquierda se enfrascó en una guerra intestina mientras la derecha se organizaba, capitalizaba el desencanto y ganaba con holgura. El resultado fue una derrota que no se explica por ideología, sino por falta de estrategia y exceso de personalismo.

¿Suena familiar? En México, los síntomas son similares. La 4T ha sido víctima de sus propias contradicciones: mientras se habla de unidad, se toleran pugnas internas que desgastan al movimiento. Mientras se presume cercanía con el pueblo, se acumulan gestos que alejan a las bases.

Sheinbaum, con su habitual tono sobrio, lanzó una advertencia que no debe pasar desapercibida. No fue solo una reflexión sobre Bolivia, fue un mensaje cifrado para los suyos: la transformación no se sostiene con discursos, sino con cohesión política. Y si los liderazgos de Morena no lo entienden, el espejo boliviano podría convertirse en un adelanto del futuro mexicano.

Porque en política, como en física, la fragmentación genera pérdida de energía. Y en tiempos de polarización, esa pérdida puede ser letal.


La izquierda boliviana se peleó por el espejo y terminó sin reflejo. En México, si Morena sigue jugando a “Game of Tronos versión Tepito”, el final será igual de épico… pero para la oposición.