México bajo fuego: La narrativa antiinmigrante en Estados Unidos escala con tintes electorales.
La política migratoria en Estados Unidos está entrando en una fase crítica. Desde California, el endurecimiento del discurso contra México ya genera incomodidad en Palacio Nacional. No es solo la criminalización de los migrantes—presentados cada vez más como “invasores”—sino la utilización de estos temas como moneda de cambio en la arena electoral estadounidense.
A lo largo del lunes, varias conversaciones en la esfera política mexicana giraron en torno a la difusión, desde redes oficiales de agencias de seguridad de EE.UU., de una imagen inquietante: un manifestante en Los Ángeles, con el rostro cubierto, sosteniendo una bandera mexicana y parado sobre un automóvil. La publicación, impulsada por la gestión de Kristi Noem, marca otro episodio en una relación bilateral que se ha tensado drásticamente en los últimos meses.
El malestar en el Gobierno mexicano no es menor. Noem, exgobernadora de Dakota del Sur y aspirante a la candidatura presidencial en 2028, visitó Palacio Nacional en marzo, alcanzando acuerdos en materia de seguridad y datos biométricos. Sin embargo, poco después, protagonizó una campaña publicitaria que criminalizaba la migración—pautada incluso en medios mexicanos—y ahora se suma la difusión de imágenes que refuerzan la narrativa del “invasor” en el imaginario estadounidense.
Mientras México busca una estrategia de contención diplomática, Trump avanza en su consolidación electoral con un tema que parece hecho a su medida: migración y frontera. En un año donde la Casa Blanca lidia con rupturas internas—incluido el distanciamiento con Elon Musk—las redadas contra migrantes se han convertido en un eje gravitacional para mantener cohesionada a la base republicana.
Desde el frente legislativo, la presión también aumenta. Este lunes, el senador republicano Eric Schmitt—cercano al movimiento de Trump—propuso escalar el impuesto a las remesas hasta un 15%, lo que afectaría directamente a cientos de miles de familias mexicanas que dependen de estos envíos.
El avance del ala dura en Washington también deja en segundo plano el diálogo pragmático con México. Figuras como el secretario de Estado Marco Rubio, su segundo Christopher Landau y el embajador Ron Johnson han intentado matizar el discurso antiinmigrante. Sin embargo, el mensaje que parece imponerse es el de una administración con un enfoque de confrontación más que de cooperación.
Irónico, ¿no? El país que se jacta de ser el “líder del mundo libre” ahora necesita crear enemigos imaginarios para movilizar votantes. Entre las redadas y la narrativa de invasión, solo falta que anuncien un muro de cristal para que puedan ver cómo se pierden las oportunidades de diálogo.