La Lavanda es un arbusto silvestre que no requerirá mucho de nuestra parte para florecer en los meses de verano. Es una planta perfecta para tener en casa. Es una de las plantas aromáticas por excelencia. Sus cuidados no son demasiado complicados, incluso es capaz de crecer en zonas rocosas y a pleno sol, por lo que esto nos da una buena pista de sus pocas necesidades de cuidados.

La Lavanda es de carácter perenne. Pude alcanzar el metro y medio de altura. Es un arbusto que adquirirá un carácter leñoso, esto hace que la Lavanda sea ideal para formar hermosos cierres y borduras (que serán todavía más llamativos con la llegada de su singular floración).

Para cultivar esta maravillosa planta se requiere:

1. Sustrato alcalino

La Lavanda necesita un sustrato alcalino (o, lo que es lo mismo, con un pH elevado), pues es fundamental para su correcto crecimiento. En caso de que el suelo sea ácido, se tendrá que compensar esa acidez con un sustrato específico (que se tendrá que aplicar de manera recurrente) o, como opción, añadir cal para elevar el pH.

También será necesario que cuente con un buen drenaje. Lo ideal es que cuente con un suelo arenoso (con la finalidad que facilite la evacuación de agua, evitando que se estanque la humedad), ya que sus raíces no toleran los encharcamientos en ninguna estación del año, especialmente en invierno (las raíces se congelarían y matarían a la planta).

2. ¿Dónde plantar la Lavanda?

Puede ser tanto en maceta como en jardín. En el caso que opten que sea en maceta, necesitará tener un diámetro de entre 30 y 40 centímetros para prevenir la dimensión que pueda tener la planta. Otro factor importante a tomar en cuenta es que, la planta cuente con buena aireación, es decir, evitar plantarla muy cerca de otras plantas (al igual que el cultivo en maceta, se deberá de prever las dimensiones que puede alcanzar cuando comience a crecer), de esta forma, podrá crecer con normalidad sin entorpecer tampoco el crecimiento de sus vecinas.

Es una planta que requiere del sol directo al menos durante seis horas diarias. Lo anterior, es una buena razón para evitar, si la plantamos en jardín, que esté próxima a árboles o bardas que puedan robar la luz solar.

3. Riego de La Lavanda

Debido a que es un arbusto rústico, puede soportar épocas de ausencia de agua. En los meses de crecimiento tendremos que dispensarle un riego moderado. Es importante señalar que se debe evite en todo momento mojar sus ramas y flores, ya que de hacerlo corre el riesgo de que proliferen hongos en la planta.

En los meses de frío, los riegos deben ser en las horas centrales del día para evitar que, con la llegada de la noche, sus raíces guarden humedad. En tanto que, en los meses de calor, lo ideal es un riego regular una vez a la semana y siempre verifica que el sustrato se encuentre seco antes de hacerlo.

4. No abonar

Como buen arbusto rústico, no es demasiado exigente en cuanto a la calidad del suelo que requiere para crecer, por lo que un exceso de fertilización puede provocar que su floración pierda su potente aroma característico. Sin embargo, si el sustrato en el que fue plantada es muy pobre en nutrientes, es recomienda aplicar abono antes de la época de floración (una disolución mínima de fertilizante).

5. Su poda

Lo recomendable es realizar una pequeña poda que nunca superará la mitad del tamaño de la planta. Gracias a ella, estaremos estimulando el crecimiento de nuevas ramas y de sus flores.

En el caso que la tengas en un camino, creando un cierre o bordura, la poda deberá ser no solo en altura, sino en el contorno.

Cultivar La Lavanda no solo trae un beneficio estético y una fragancia maravillosa durante los meses de verano, sino que además es un auténtico imán para la fauna biodiversa que vive en los jardines y que es tan necesaria para la sostenibilidad de la naturaleza.

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