El magnetismo del “chico malo” en pantalla
Los personajes carismáticos y emocionalmente ambiguos, conocidos como “chicos malos”, han cautivado a las audiencias en el cine y la televisión. Su atractivo radica en una complejidad que mezcla comportamientos dominantes con una vulnerabilidad inesperada. Según un estudio de Frontiers in Psychology (2024), este fenómeno, impulsado por las relaciones parasociales, evidencia cómo las narrativas mediáticas moldean las emociones y expectativas del público.
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El “chico malo” combina rebeldía y carisma con matices de redención emocional. Ejemplos icónicos como Christian Grey (Cincuenta sombras de Grey) y Tommy Shelby (Peaky Blinders) muestran cómo el efecto halo lleva a los espectadores a ignorar sus conductas tóxicas en favor de su encanto y potencial transformador. Este sesgo cognitivo, sumado a un estilo de amor que prioriza el drama, refuerza su fascinación cultural.
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Más allá de lo psicológico, este arquetipo tiene raíces profundas en narrativas que perpetúan la idea del “amor redentor”. Al abordar las expectativas de género y ofrecer un espacio para explorar emociones complejas, los “chicos malos” no solo entretienen, sino que actúan como espejos de conflictos internos y fantasías colectivas, moldeando cómo el público percibe el romance y la masculinidad.