Guillermo del Toro volvió a demostrar por qué es uno de los directores más aclamados del cine contemporáneo. Su nueva adaptación de Frankenstein debutó en el Festival de Venecia con una reacción abrumadora: trece minutos de aplausos de pie que consagraron al mexicano como un creador cuya obra trasciende géneros y fronteras. Con un estilo único que combina fantasía, terror y ternura, el cineasta mexicano reafirmó su sello en la industria cinematográfica mundial.

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El largometraje, producido por Netflix y protagonizado por Oscar Isaac y Jacob Elordi, fue recibido como una de las proyecciones más poderosas del festival. Más allá de ser catalogada como una historia de horror, Del Toro la definió como un drama profundamente emocional que explora la fragilidad humana desde una mirada gótica y romántica. La magnitud del reconocimiento confirma la capacidad del director para convertir cada proyecto en un evento cinematográfico inolvidable.

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Del Toro confesó que la culminación de este proyecto, gestado por más de tres décadas, lo dejó en un estado que describió como “depresión posparto”, una mezcla de satisfacción y agotamiento. El director considera Frankenstein su obra más personal, un “banquete visual” que transporta al espectador a un universo donde lo monstruoso y lo humano se confunden, marcando un nuevo hito en su legado artístico.