Durante el rodaje de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004), Jim Carrey trabajó bajo un método poco convencional. El director Michel Gondry decidió ocultarle gran parte de la trama con el fin de obtener reacciones genuinas en cada escena. A diferencia de otros proyectos donde Carrey podía planificar su interpretación, en esta ocasión enfrentó una dinámica marcada por la incertidumbre y la sorpresa, lo que reforzó la autenticidad de sus emociones frente a la cámara.

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Gondry fragmentaba la información que el actor recibía sobre el guion, impidiéndole anticipar lo que sucedería en las siguientes escenas. De esta manera, la confusión, la sorpresa y la angustia que mostró Carrey fueron reflejo de una experiencia real y no solo actoral. El objetivo del director era capturar la vulnerabilidad del protagonista, manteniéndolo en un estado de desconcierto que coincidiera con la esencia del personaje de Joel.

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En contraste, Kate Winslet sí conocía toda la historia, lo que le permitió preparar su papel con mayor libertad y flexibilidad. Mientras ella contaba con margen para improvisar, Carrey debía seguir estrictamente el guion de Charlie Kaufman, lo que generó tensión y frustración en el set. Aun así, el actor reconoció que la película logró transmitir una visión honesta del amor: una relación con imperfecciones, altibajos y momentos de fragilidad que conectan profundamente con el espectador.