La llegada de un perro a casa implica un proceso de adaptación que, al igual que los humanos, requiere paciencia y comprensión. Cada cambio de entorno genera inseguridad, por lo que es fundamental brindarle tiempo para reconocer su nuevo espacio, a las personas con quienes convivirá y las rutinas que marcarán su vida diaria. La adaptación no ocurre de la noche a la mañana, y el acompañamiento del dueño en este proceso será decisivo.

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No existe un periodo exacto para que un perro se sienta completamente cómodo en su nuevo hogar, ya que cada uno tiene un ritmo distinto. Algunos logran adaptarse en pocos días, mientras que otros pueden tardar semanas. Durante ese tiempo, es recomendable minimizar el tiempo que pasan solos y, de ser necesario, apoyarse en familiares o cuidadores que lo acompañen en casa. La clave está en ofrecerle seguridad y evitar que el proceso se convierta en una fuente de estrés.

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Además del tiempo, es esencial respetar su espacio. Aunque resulte tentador estar constantemente acariciándolo o sobreprotegiéndolo, el perro necesita explorar y acercarse por iniciativa propia. No se trata de forzar interacciones, sino de permitir que poco a poco genere confianza. Crear un entorno tranquilo, sin gritos ni regaños, establecer rutinas de alimentación y paseos, y proporcionarle un lugar cómodo donde descansar, ayudará a que vea su nuevo hogar como un espacio seguro. Con empatía y paciencia, la adaptación será más sencilla y fortalecerá el vínculo con su familia.