Dormir con un gato puede ser una experiencia reconfortante. El ronroneo genera una sensación de calma y bienestar en las personas, lo que contribuye a un mejor descanso. Además, compartir la cama fortalece el vínculo entre el felino y su dueño, ya que los gatos buscan el calor y la compañía humana.

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Sin embargo, esta costumbre tiene sus inconvenientes. La higiene es un factor clave, especialmente si el gato pasa tiempo en el exterior, ya que puede llevar suciedad y parásitos a la cama. Además, las personas con alergias o asma podrían experimentar molestias al dormir con su mascota. Otro punto a considerar es que los gatos suelen ser más activos por la noche, lo que podría afectar la calidad del sueño de su dueño.

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Si decides que tu gato ya no duerma contigo, lo ideal es establecer límites desde el principio. Proporcionarle una cama cómoda y usar refuerzos positivos puede ayudar a que se acostumbre a su nuevo espacio. En caso de que la costumbre ya esté arraigada, cerrar la puerta del dormitorio puede ser la única solución. Cada gato es diferente, por lo que encontrar el equilibrio entre comodidad y bienestar dependerá de cada situación.