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Gatos Carey: belleza única y misterio felino

Los gatos carey, también llamados “tortie” o “tortuga”, destacan por su pelaje multicolor que combina tonos negros, naranjas, marrones y, en algunos casos, blanco. Su nombre proviene del parecido con el carey, material obtenido antiguamente del caparazón de tortugas, muy valorado en joyería y decoración. Este patrón no corresponde a una raza específica, sino a una particularidad genética que hace que cada ejemplar sea irrepetible. Además, la mayoría son hembras, pues la combinación cromosómica que origina este pelaje se da casi siempre en ellas, mientras que los machos carey son extremadamente raros y suelen ser estériles.

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El temperamento de los carey es tan fascinante como su apariencia. Aunque no existe evidencia científica que vincule su color con su carácter, muchos dueños describen a estos gatos como enérgicos, independientes y afectuosos, con un toque de rebeldía conocido popularmente como tortitude. Este rasgo se manifiesta en actitudes juguetonas, pequeñas “protestas” o conductas audaces. En cuanto a su salud, no presentan problemas asociados directamente con su pelaje, aunque en los machos con síndrome XXY puede haber complicaciones. Su esperanza de vida ronda los 14 años, pero, con buenos cuidados, pueden vivir más tiempo, como el caso de la gata Marzipan, que alcanzó los 21 años.

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A lo largo de la historia, a los gatos carey se les ha atribuido simbolismo y buena fortuna en diversas culturas. En Japón, son considerados amuletos de prosperidad; en antiguas creencias celtas, tener un macho carey era sinónimo de suerte excepcional; y en algunas tradiciones, soñar con uno presagia la llegada del amor. Su singularidad genética, combinada con las leyendas que los rodean, los convierte en felinos especiales que no solo conquistan por su belleza, sino por la sensación de magia que transmiten a quienes conviven con ellos.