¿Los gatos resisten el frío?
Los gatos son animales especialmente sensibles a las bajas temperaturas, incluso más que los perros. Aunque su organismo se adapta a los cambios de estación mediante la muda del pelaje, engrosándolo en invierno, esto no siempre es suficiente para mantenerlos protegidos. Por instinto, buscan constantemente fuentes de calor y lugares donde puedan conservar su temperatura corporal, ya que, salvo algunas razas por su origen genético, no toleran bien el frío prolongado.
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El frío puede afectar directamente a la salud felina. Los gatos pueden resfriarse, presentando síntomas como estornudos, secreción nasal, tos, lagrimeo, fiebre o pérdida del apetito, muy similares a los de los humanos. Las corrientes de aire y los cambios bruscos de temperatura aumentan el riesgo, sobre todo en cachorros, gatos adultos mayores o aquellos con enfermedades crónicas, cuyo sistema inmunológico es más vulnerable.
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La exposición continua a temperaturas bajas puede derivar en hipotermia, molestias o lesiones en las almohadillas, problemas respiratorios, resequedad en la piel y cambios de comportamiento, como menor actividad o aislamiento. Para prevenirlo, es clave ofrecerles un espacio cálido y seguro, lejos del frío, así como camas adecuadas y una alimentación acorde a la temporada, especialmente en gatos que viven en semilibertad.
Finalmente, los gatos de pelo corto o sin pelo son los más propensos a sufrir el frío, ya que carecen de la protección natural necesaria. Si tu gato tiembla, duerme más de lo habitual o se refugia entre mantas y cojines, es una señal clara de que necesita calor inmediato. Protegerlo durante el invierno no solo mejora su confort, sino que también cuida su bienestar y calidad de vida.
