Aunque los gatos parecen disfrutar del sol y las siestas largas en rincones cálidos, eso no significa que no sufran calor. De hecho, sí sudan, pero no como los humanos. Según PetMD, los gatos poseen glándulas sudoríparas en zonas específicas como las almohadillas de las patas y entre los dedos, donde pueden dejar pequeñas huellas húmedas cuando están estresados o expuestos a altas temperaturas.

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Además del sudor, los gatos emplean estrategias evolutivas para mantenerse frescos. Entre ellas, acicalarse con frecuencia —su saliva se evapora y ayuda a disipar el calor—, dormir en lugares sombreados o fríos, y hasta jadear o babeo leve en climas extremos. Su pelaje, lejos de ser un problema, actúa como aislante natural: los protege del sol y evita una pérdida excesiva de hidratación.

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Sin embargo, si observas que tu gato jadea de forma constante, muestra signos de fatiga o permanece en lugares calurosos sin moverse, es importante intervenir. Mantén su agua fresca, permite que descanse en zonas con ventilación o aire acondicionado, y nunca lo dejes solo en un coche. Estar atentos a señales de golpe de calor y saber cómo ayudarlo a enfriarse podría marcar la diferencia en su bienestar.