Mientras nosotros sudamos al ejercitarnos o sufrir calor, nuestros perros jadean con la lengua fuera, pero rara vez los vemos sudar. Esto es porque los perros no sudan como los humanos. Su sistema de refrigeración corporal funciona de manera distinta: carecen de glándulas sudoríparas distribuidas por todo el cuerpo para evitar que el sudor se acumule en su pelaje, lo cual resultaría ineficaz. En cambio, regulan su temperatura principalmente a través del jadeo, las almohadillas de sus patas, la nariz y en menor medida, la piel de la cara y las orejas.

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Las almohadillas plantares son uno de los pocos lugares donde los perros tienen glándulas sudoríparas funcionales, por eso en días calurosos pueden dejar pequeñas huellas húmedas. Sin embargo, este mecanismo por sí solo no es suficiente, por lo que su cuerpo recurre a la evaporación de la humedad en la lengua y una respiración rápida y constante para liberar el exceso de calor. Esta combinación constituye su principal sistema para enfriar el cuerpo, aunque es mucho menos eficiente que el sudor humano.

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Este sistema de regulación térmica es menos eficaz en razas grandes, cachorros y perros mayores, por lo que es importante tener cuidados especiales con ellos. Para ayudarlos, se recomienda mantenerlos hidratados, evitar la exposición directa al sol, refrescarlos con agua, ofrecerles helados caseros, y no exigirles actividad física en las horas más calurosas. Además, es fundamental estar atentos a síntomas de golpe de calor, como jadeo extremo, vómitos, diarrea o pérdida de conciencia. Y más allá del calor, es vital proteger a nuestros compañeros de parásitos, que pueden afectarlos en cualquier época del año.