Estamos en otoño en el hemisferio norte, y más allá del calendario, lo que hace evidente que el verano ya quedó atrás es el cambio de colores en las hojas de los árboles.

Lentamente el verde se va esfumando para dar paso a los amarillos, los ocres, los rojos y los naranjas. Y para cuando llegue el inverno, la mayoría de los árboles ya habrán perdido sus hojas.

¿Pero a qué se debe el cambio de coloración? ¿Y por qué algunos árboles siguen manteniéndose verdes?
Son varios los factores que influyen en estos cambios, pero el fundamental es la menor disponibilidad de luz solar.

Un pigmento que desaparece y otros que se dejan ver.

La mayoría de las hojas son de color verde por la presencia de clorofila, un pigmento que participa en el proceso de fotosíntesis.

Gracias a la clorofila, las hojas convierten la luz solar, el dióxido de carbono y el agua en azúcares que viajan por el interior de las ramas y las raíces para alimentar al árbol

Para que haya producción de clorofila hace falta temperaturas cálidas y luz solar.
Por esta razón, es durante la primavera y el verano que la clorofila se descompone y se vuelve a formar.

Pero cuando los días se van acortando y las noches haciendo más largas, la producción de clorofila se va deteniendo hasta que la planta ya no la produce más, y eventualmente se queda sin clorofila.

Esto se traduce en la desaparición del color verde.Y una vez que este pigmento ya no está, lo que se ven son los otros pigmentos que siempre han estado allí y que le dan a la hoja una tonalidad amarilla o naranja.

Antes no los veíamos porque estaban «enmascarados» por la clorofila.

Según explica Mark Fischetti, editor de la revista Scientific American, los colores rojizos tienen otra explicación: a medida que se cierran las venas de las hojas con el comienzo del otoño, los azúcares quedan atrapados dentro de las hojas.

Cuando estos reaccionan con otras sustancias químicas en el interior de la planta, se forman los pigmentos rojos.