Christopher Felipe: “Vendo ates para comprar útiles y ropa”
Nota y fotos por: Silver Juárez Arce
Bajo el sol implacable del mediodía, cuando el asfalto quema y los adultos buscan sombra, Christopher Felipe (10 años) se planta en la Plaza de Armas con su charola de ates de guayaba. “Vendiendo dulces”, responde seco cuando se le pregunta qué hace ahí, a las 11:00 hrs., hora en que el termómetro marca más de 30°C.
Con los ates a $12 pesos cada uno, el niño aprovecha los viernes sin clases (como este de fin de mes) para ayudar en casa. “Con mi mamá vendemos como 40 al día”, calcula, mientras se seca el sudor de la frente con el dorso de la mano. El dinero tiene destino fijo: “Compramos los materiales de la escuela y ropa”. Cuando se le insiste en si guarda algo para él, es directo: “Volvemos a surtir. Lo que queda es para lo que se necesite”.
A pesar del calor, Christopher no se queja. Solo ajusta su gorra, toma un sorbo de su botella de agua y repite su oferta a los transeúntes: “¡Ates de guayaba, ricos y fresquitos!”. Entre venta y venta, confiesa que es deportista —“Juego fútbol”—, pero hoy su cancha es la banqueta y su balón, los dulces que sostiene con cuidado.
“Solo estoy una hora, porque termino rápido”, dice, aunque su mirada delata que no se irá hasta vender el último. El sol sigue golpeando, pero él sigue ahí, pequeño pero firme, como los ates que no se derriten bajo el calor.
