Días de pan y agua: boleadores en Plaza Merino enfrentan la baja afluencia
Nota y Fotos por: Silver Juárez Arce
En la Plaza Merino, en pleno corazón del centro de la ciudad, la rutina de los boleadores de calzado refleja la lucha diaria por mantener su oficio en tiempos de baja afluencia. Entre conversaciones y el ir y venir de clientes esporádicos, los trabajadores del lugar comparten sus inquietudes sobre la disminución del número de boleadas y los desafíos económicos que enfrentan.
Juan García y Roberto Acosta, dos boleadores con años de experiencia en la plaza, explicaron que en total hay 13 puestos, pero no todos abren diariamente. Entre semana, la actividad es mínima, y solo unos cuantos mantienen su espacio abierto, mientras que los viernes, sábados y domingos, la mayoría acude con la esperanza de una mejor jornada. “Hay días en los que no sale ni una boleada”, comentó García, reflejando la incertidumbre que viven en su oficio.
El costo de renta de una banca varía entre 50 y 200 pesos semanales, dependiendo del acuerdo con el sindicato y los dueños de los espacios. Aunque el precio es relativamente accesible, la falta de clientes hace que en muchas ocasiones apenas logren cubrir los gastos mínimos. “Aquí estamos a pan y agua”, mencionó Acosta, evidenciando lo difícil que puede ser la jornada cuando no hay clientes.

A pesar de las dificultades económicas, los boleadores han sido testigos de algunos cambios positivos. Recientemente, el municipio renovó las bancas de la plaza, reubicando algunas y mejorando la infraestructura para los trabajadores y clientes. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para atraer más personas al servicio. “Ahora la gente prefiere gastar en otras cosas antes que en bolearse los zapatos”, explicó García.
El mercado de compra y venta de bancas también se ha visto afectado. “Más o menos andan en unos 13 o 15 mil pesos, pero no hay quien compre porque a nadie le interesa ahora”, afirmó uno de los trabajadores. La incertidumbre sobre el futuro del oficio es evidente, pero a pesar de ello, muchos de ellos continúan firmes, confiando en que el flujo de clientes pueda mejorar.
Con más de diez años en el oficio, García recuerda cómo al principio podía pasar todo un día sin lograr una boleada. Hoy la situación sigue siendo incierta, pero con el tiempo han aprendido a adaptarse. “Aquí estamos a lo que Dios nos dé”, concluyó, con la esperanza de que tiempos mejores lleguen para ellos y su oficio.
