Nota y Fotos por: Silver Juárez Arce

Una mirada al pasado nostálgico y un eco de preocupación resuenan en torno al área de esparcimiento conocida como «El Herradero». Este lugar, que alguna vez fue una joya natural muy apreciada por los chihuahuenses, hoy yace desolado y seco, sus árboles marchitos y parte de su encanto perdido.

Omar García Arballo, un residente local, comparte su pesar al ver la transformación de este espacio. «El Herradero solía ser un lugar lleno de vida, con abundantes árboles y agua. Era un refugio para el esparcimiento y la conexión con la naturaleza para muchas familias», recuerda con melancolía.

Sin embargo, la situación actual del área de recreación contrasta profundamente con su glorioso pasado. La sequedad se ha apoderado del terreno, y los árboles, que alguna vez florecieron vigorosos, ahora yacen secos y algunos han sido talados. ¿La razón detrás de esta triste transformación? El crecimiento descontrolado de la ciudad y la extracción desmedida de agua de los pozos cercanos.

«La ciudad nos ha invadido», lamenta García Arballo. Explica cómo la construcción de nuevos fraccionamientos y el aumento de la población han llevado a la perforación de pozos profundos para abastecer de agua a las áreas urbanas circundantes. Este bombeo excesivo ha agotado los recursos hídricos que alimentaban el área del Herradero, dejándola desprovista y marchita.

«Es un ecocidio», declara con tristeza. Señala la importancia de cuidar y preservar el campo, los ríos, los arroyos y, sobre todo, los árboles. «El Herradero es solo un ejemplo de los daños causados por la falta de planificación y cuidado ambiental», agrega.

A pesar de los esfuerzos por recordar y revivir la belleza de este lugar, la realidad es desoladora. «Hace seis años que está seco», concluye García Arballo con resignación. Mientras observa el tubo de un pozo cercano, símbolo de la extracción implacable de agua, se despide con un suspiro, recordando tiempos mejores y esperando que, algún día, El Herradero pueda recuperar su antiguo esplendor.

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