Nota y Fotos por: Silver Juárez Arce

En el Campamento de Migrantes en la Calle 58 y Juan Pablo II de la Ciudad de Chihuahua, la historia de una familia proveniente de Colombia destaca entre cientos de historias similares que se entrelazan en este improvisado refugio temporal.

En medio de la precariedad y la incertidumbre, la familia conformada por Ángel y su esposa Eva, junto a sus dos hijas, la pequeña Aysel de tres meses y la niña de dos años Arlet, enfrentan desafíos que superan las fronteras físicas y emocionales.

Ángel relata la odisea que los llevó desde su país natal hasta este rincón en Chihuahua, donde esperan ansiosos continuar su travesía hacia Estados Unidos. «Venimos recorriendo ya tres meses», dice Ángel, con la mirada cargada de historias y experiencias que difícilmente se pueden plasmar en palabras.

A pesar de las dificultades, Ángel resalta la solidaridad que han encontrado en Chihuahua. «Sí ayuda bastante a los migrantes», afirma, refiriéndose a la generosidad de quienes, aún en circunstancias similares, extienden una mano amiga.

Sin embargo, la crudeza del ambiente no pasa desapercibida. «Estamos a la intemperie», menciona Ángel, describiendo la dura realidad de vivir expuestos a las inclemencias del tiempo, especialmente en las frías noches.

A pesar de todo, la familia se aferra a la esperanza, llevando consigo no solo sus pertenencias materiales, sino también el amor y la fortaleza que les impulsa a seguir adelante. En este campamento, donde convergen sueños, sacrificios y la lucha por una vida mejor, la familia de Ángel y Eva representa solo una de las muchas historias de resiliencia y determinación que se tejen a diario entre los pasillos de este improvisado hogar de tránsito para cientos de migrantes.

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