Nota y Fotos por: Silver Juárez Arce

En la pintoresca Plaza de Armas de Chihuahua, nos encontramos con Martín Alonso Manríquez Castillo, un músico de 61 años que ha convertido las calles y los transportes públicos en su escenario. Con una guitarra en mano y una voz que transmite alegría, Martín se gana la vida llevando música a los espacios cotidianos de la ciudad.

Manríquez Castillo no es solo un músico callejero; se define como un misionero católico que ha encontrado en la música una forma de expresar su fe y ganarse el sustento. “Mi trabajo es darle alegría a la gente”, comenta con una sonrisa, mientras explica que divide su tiempo entre la oración y actuaciones en videobuses, restaurantes y diversos lugares públicos.

A pesar de su experiencia en establecimientos como Cinépolis y el parque de diversiones Happy Land, Martín ha optado por un camino menos convencional. Su repertorio no se limita a Chihuahua; ha llevado su música a ciudades como Mexicali, Guadalajara y Tijuana, convirtiéndose en un artista de alcance nacional.

Aunque su esposa le sugiere buscar una pensión, Martín prefiere seguir adelante con su vocación musical. “Dios me dio mi voz para ganarme la vida”, afirma con convicción. Su filosofía de vida se resume en las palabras del apóstol Pablo: ser alegre y transmitir esa alegría a los demás.