Nota y fotos por: Silver Juárez Arce

Bajo el sol de la Plaza de Armas, David Camacho de 78 años comparte cicatrices que van más allá de lo visible. Este exsoldado estadounidense, quien combatió en Vietnam a los 21 años, hojea mentalmente las páginas de una vida marcada por el conflicto bélico: “Una bomba mina que pisó un amigo… explotó cerca. Perdí el ojo izquierdo y quedé herido en todo este lado”, relata mientras señala su flanco izquierdo.

Tras ocho años en el ejército de EE.UU. y una jubilación forzada por sus lesiones, el destino lo trajo a Chihuahua hace 33 años. “Me enamoré de una mujer chihuahuense. A ella no le gustaba Estados Unidos, así que nos vinimos aquí”, revela Camacho. Hoy viudo su primera esposa falleció, reconstruyó su vida junto a una compañera local, también viuda.

Del campo de batalla a la tierra del desierto: La guerra dejó huellas imborrables: “Vietnam fue muy feo”, confiesa con voz grave. Tras servir en Washington y Arizona, su único combate internacional fue en la jungla asiática. El regreso a la vida civil tampoco fue sencillo: sus dos hijos permanecieron en EE.UU., y los viajes para visitarlos se interrumpieron durante la pandemia: “Con el COVID ya no fuimos… evitábamos viajar”.

A sus casi 80 años, Camacho ha echado raíces profundas en su tierra adoptiva: “Aquí en Chihuahua encontré paz”, afirma mientras observa la plaza. Pese a las dificultades la pérdida de su ojo y a la lejanía familiar, su tono refleja aceptación: “Mi vida está aquí ahora”.