Search for:

Salinas Pliego, se quedaron con las ganas.

Fotografía y redacción, por: Mtro Armando Garay


El pasado fin de semana, Ricardo Salinas Pliego celebró sus 70 años con una fiesta que, según los fragmentos filtrados en redes sociales, rivalizaría con las bodas de los Médici en pleno Renacimiento. Aerosmith como banda en vivo, una producción que probablemente costó lo que varios municipios mexicanos gastan en un año, y una lista de invitados que parecía hecha para acreditar el poder económico y político mexicano. Lo interesante no es que el tercer hombre más rico de México celebre a lo grande, sino la ausencia total y absoluta de cualquier mensaje político articulado en torno al evento. Y esa ausencia, paradójicamente, dice muchísimo más de lo que cualquier discurso hubiera dicho.


Empecemos por lo obvio: Salinas Pliego no es un empresario cualquiera. Es dueño de TV Azteca, Banco Azteca, Elektra y un imperio que toca prácticamente todos los aspectos de la vida de millones de mexicanos, especialmente de los sectores populares. Es también uno de los empresarios más políticamente activos del país, no por cabildero discreto sino por provocador público.

Sus tuits incendiarios sobre el gobierno, sobre políticas públicas, sobre prácticamente cualquier tema que le venga en gana, lo han convertido en una figura polarizante. Entonces, cuando alguien así organiza una fiesta de esta magnitud, uno esperaría, quizá ingenuamente, algún tipo de narrativa, algún mensaje que justifique o al menos contextualice el despliegue de poder y riqueza.

Lástima para los que esperaban un mensaje y narrativa articulada de ultra derecha, tipo Milei tropicalizado, se quedaron con las ganas.


La fiesta fue puro espectáculo, pura demostración de músculo económico sin el menor intento de envolver eso en un discurso que lo hiciera digerible para el consumo público. Ningún anuncio filantrópico estratégicamente colocado, ninguna fundación lanzada esa noche, ningún discurso sobre “devolver a México” o sobre responsabilidad social empresarial. Ni siquiera el clásico “he trabajado toda mi vida y merezco celebrar” que al menos intenta conectar el éxito con el esfuerzo. Nada. Solo la celebración del poder por el poder mismo, de la riqueza por la riqueza misma.


Desde una perspectiva de análisis político, esta falta de mensaje es fascinante porque revela un cambio importante en cómo ciertos sectores del empresariado mexicano se relacionan con la opinión pública. Tradicionalmente, las élites económicas en México han operado con una cierta discreción, conscientes de que vivimos en un país con niveles obscenos de desigualdad y donde el resentimiento de clase es una fuerza política real.

Esta falta de mensaje articulado, con visión de futuro que pudiera convertirse en chispa de algún movimiento quedo en la nada, quizás, pensando que pudiera congraciarse con el poder actual y quizás, solo quizás poder negociar y reducir la cantidad de dinero que debe pagar al fisco.


Esta postura tiene implicaciones políticas importantes. Por un lado, alimenta perfectamente la narrativa que Morena ha construido sobre las élites económicas depredadoras y desconectadas. Cada imagen de esa fiesta es propaganda gratuita para el discurso de la Cuarta Transformación sobre “los conservadores” y “la mafia del poder”. Salinas Pliego, voluntaria o involuntariamente, se convierte en el villano perfecto para el guion morenita. Y lo curioso es que no parece importarle—o peor aún, quizá hasta lo disfruta—.


En conclusión, la fiesta de 70 años de Ricardo Salinas Pliego es un texto político justamente por su falta de texto político. Es un recordatorio de que existe un segmento del poder económico en México que ha decidido operar sin buscar legitimidad discursiva, sin pretender ser parte de un proyecto nacional, sin siquiera fingir que la desigualdad les preocupa. Es poder puro, desnudo, sin complejos. Y eso, dependiendo de cómo uno lo mire, es o terriblemente honesto y profundamente preocupante. Finalmente, al parecer, no tenemos un Milei en potencia, tenemos a un hombre poderoso buscando empoderarse para beneficio personal. Al tiempo.