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AYÚDENME A SALVAR LA VIDA DE MI HIJO ÁNGEL

Mi nombre es Ana… y escribo esto con las manos temblando y el alma rota.

Nunca imaginé tener que suplicar ayuda para que mi hijo no muera.

Tres semanas antes de cumplir 18 años —justo cuando comenzaba su vida, sus sueños, sus planes— Ángel Montano fue diagnosticado con un cáncer brutal, un tumor de células germinales del mediastino. Ese día, mi mundo se desplomó. En lugar de emocionarnos por su futuro, empezamos a luchar para que pueda tener uno.

Ángel ha pasado meses internado, sin fiestas, sin amigos, sin libertad.
Solo agujas, máquinas, dolor y quimioterapia.

Y aún así… nunca se rindió.

Los doctores nos dijeron que la quimioterapia fue un milagro: el tumor ahora está necrótico. Ángel está tan cerca… tan cerca de vencer el cáncer.
Solo falta un último paso: una cirugía para retirar lo que queda del tumor.

Pero ahí apareció el golpe más cruel.

El tumor está tan profundo en su pecho que ningún especialista en nuestro estado se atrevió a operarlo. Todos nos dijeron lo mismo: “No podemos hacerlo con seguridad”.

La única esperanza para que Ángel sobreviva está a cientos de kilómetros de casa:
MD Anderson, en Indianápolis, Indiana.
Uno de los pocos lugares en todo el país capaces de realizar la cirugía que puede salvarlo.

Y entonces llegó el mazazo que ninguna madre debería escuchar:
El seguro NO cubre la cirugía porque es fuera del estado.

Ahora, cuando Ángel ya está a un paso de la vida, el dinero se interpone entre mi hijo y su oportunidad de sobrevivir.

Soy una madre… una madre que ha visto a su hijo perder peso, perder fuerza, llorar en silencio para no preocuparme… pero jamás perder la esperanza.

¿Cómo puedo mirar a mi hijo a los ojos cuando me pregunta:
“Mamá, sí podremos pagar la cirugía… verdad?”
y no tener una respuesta?

Por eso hoy estoy haciendo lo que nunca pensé que tendría que hacer:
Rogar. Suplicar. Pedir ayuda para salvar a mi hijo.

Cualquier donación —cualquier cantidad— nos acerca a ese quirófano donde Ángel podrá dejar atrás el cáncer para siempre.
Cada peso significa más vida, más tiempo, más futuro.

Y si no puedes donar, por favor comparte su historia. Tu mano puede ser la que abra la puerta al milagro.

De una madre luchando contra el reloj…
Gracias por escucharme.
Gracias por no soltar la mano de Ángel cuando más la necesita.