Crítica al “échale ganas” como un mantra que justifica la precariedad aguda.
Redacción por: César Olvera.
El problema no es que no trabajes, sino que naciste en un sistema que te promete progreso mientras te exprime hasta el cansancio. ¿Crees que el “échale ganas” es la solución? En parte sí, porque se necesita disposición y empeño, pero también es la trampa perfecta para justificar la explotación y la desigualdad. Y con aplausos, ¿eh? El “échale ganas” es el nuevo parásito mental.
Lo respiras, lo crees, y mientras más lo absorbes, menos te das cuenta de que te están oprimiendo. En México, el 10% más rico concentra el 79% de la riqueza financiera del país. Solo el 1.2% de la población pertenece a la clase alta, con ingresos promedio de 77,975 pesos mensuales.
Mientras tanto, el 50% de la población sobrevive con menos de 4,000 pesos al mes. Ah, pero eso sí, la sociedad nos repite que si trabajamos duro saldremos adelante. ¿En serio? Según el Coneval, quienes tienen empleo informal ganan en promedio 5,146 pesos al mes.
El salario promedio formal apenas llega a 10,349 pesos. La brecha es tan grotesca que ya no se puede maquillar con programas sociales. Llevamos años escuchando promesas de combatir la desigualdad estructural.

Pero ni con neoliberalismo, ni con izquierdas, ni con becas, ni con abrazos, ni con discursos se ha logrado. Porque el modelo sigue intacto: el capital acumulado, el trabajo explotado y los pobres intentando salir adelante no a base de estudios de calidad, sino de esfuerzo individual.
¿Quién se beneficia de ofrecer una pésima educación para romantizar el esfuerzo? Los que quieren jornadas de 12 horas, los que no aprueban las jornadas de 40 horas semanales, los políticos que aplauden tu “pobreza digna” y los medios que repiten como mantra que “el que quiere, puede”. Y si no puedes, el problema es tuyo. Pero antes de continuar, síguenos en todas nuestras redes sociales, porque este sistema te necesita creyendo que todo depende de ti para evitar que salgas del hoyo. No podemos seguir glorificando la miseria.
No podemos seguir normalizando la explotación a la que nos condenan con una pésima educación. Sin educación no hay soberanía. Sin educación no hay libertad.
Y en eso, la 4T nos ha fallado. Y mucho. El verdadero enemigo no es la flojera.
Es el sistema que fomenta que la ignorancia convierta al sudor en obediencia. ¿Hasta cuándo vas a defender el pésimo sistema educativo y aplaudir tu propia precariedad? O tú dime.
