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Ayutla, Guerrero: La emboscada que volvió a enterrar la esperanza

“No eran sicarios. Eran nuestros vecinos, nuestros protectores. Y los mataron como si fueran enemigos.”

— Testimonio de una mujer en El Cortijo, tras el ataque.

La noche del sábado 16 de agosto, el silencio de la montaña fue roto por ráfagas de fuego. Ocho policías comunitarios de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG) fueron emboscados en el camino rural entre El Cortijo y El Rincón, en Ayutla de los Libres. Regresaban de patrullar, como lo hacen cada día, sin más blindaje que su convicción de proteger lo que el Estado ha olvidado.

Ayutla no aparece en los mapas turísticos. Pero sí en los de los cárteles. La Costa Chica de Guerrero es una zona estratégica para el trasiego de droga, y desde hace años, grupos como Los Ardillos y Los Rusos se disputan el control. En medio, los pueblos han levantado sus propias defensas: policías comunitarios armados con escopetas, radios y voluntad.

La emboscada ocurrió cerca de las 21:00 horas. Dos camionetas fueron atacadas desde varios flancos. Los agresores usaron rifles de alto poder. Los comunitarios apenas alcanzaron a responder. Seis murieron en el acto. Dos más fallecieron en el hospital. Cinco sobrevivientes aún se recuperan.

¿Quién los mató?

Ningún grupo se ha adjudicado el ataque. Pero en Guerrero, el silencio también mata. Las autoridades estatales llegaron tarde. Los pobladores impidieron el acceso a la escena del crimen. No por complicidad, sino por desconfianza. “Siempre llegan después. Siempre investigan nada”, dijo un joven que ayudó a recoger los cuerpos.

La UPOEG nació como respuesta al abandono. En muchos municipios, es la única fuerza que patrulla, que responde a los llamados de auxilio, que conoce a los vecinos. Pero también ha sido acusada de tener vínculos con grupos armados. ¿Son solución o parte del problema?

Lo cierto es que los ocho hombres asesinados eran conocidos en sus comunidades. No eran anónimos. Eran padres, hermanos, campesinos. Y murieron defendiendo un territorio que el Estado no pisa.

¿Qué pasa cuando los que protegen no tienen uniforme oficial? ¿Quién llora a los muertos que no salen en los noticieros?

En Ayutla, la justicia no llega en patrullas. Llega en ataúdes.