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Escalada de violencia en Michoacán y Jalisco: un desafío persistente para la seguridad nacional

. Este 16 de marzo, una serie de ataques simultáneos en los límites de Michoacán y Jalisco dejó un saldo trágico de cinco elementos de las fuerzas federales fallecidos y varios heridos. Estos eventos, que incluyeron emboscadas y narcobloqueos, reflejan la creciente capacidad operativa de los cárteles en la región y plantean preguntas sobre la efectividad de las estrategias de seguridad implementadas en los últimos años.

En Chilchota, Michoacán, tres militares fueron emboscados y asesinados mientras realizaban labores de patrullaje. Simultáneamente, en Guadalupe de Lerma, Jalisco, dos agentes de la Guardia Nacional perdieron la vida en un ataque similar. Los narcobloqueos, caracterizados por vehículos incendiados en carreteras clave, paralizaron la movilidad en la región y sembraron el pánico entre la población.

Estos actos han sido atribuidos al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), una organización que ha consolidado su presencia en la región durante la última década. Analistas señalan que la expansión de los cárteles se vio facilitada por políticas de seguridad que, en lugar de desarticular estas estructuras, permitieron su fortalecimiento.

La violencia registrada en Michoacán y Jalisco subraya la necesidad de replantear las estrategias de seguridad a nivel nacional. Aunque las administraciones pasadas enfrentaron críticas por su enfoque, el actual gobierno también enfrenta el desafío de demostrar resultados tangibles en la lucha contra el crimen organizado. La seguridad sigue siendo una asignatura pendiente que exige un compromiso integral y coordinado entre los distintos niveles de gobierno.