Mientras Claudia Sheinbaum impulsa una batería de reformas en seguridad, la verdadera disputa se cocina en los pasillos del Senado: quién sucederá a Gerardo Fernández Noroña. Con candidatas que se bajan más rápido que un trending topic, todo apunta a Laura Itzel Castillo como la elegida para portar la banda invisible de la Cámara alta.

La escena política en el Senado mexicano parece sacada de una novela con final anunciado. Las renuncias de Andrea Chávez —quien dice que Chihuahua la espera en 2027— e Imelda Castro Castro —que busca “un Sinaloa con dignidad y paz”, pero mejor desde lo local— despejaron el terreno para una sola jugadora: Laura Itzel Castillo.

La senadora, exdelegada de Coyoacán y heredera de una de las figuras emblemáticas de la izquierda mexicana, ha reforzado su cercanía con el obradorismo ortodoxo y ha tejido alianzas con el ala más cercana a la presidenta Sheinbaum. Su designación, dicen, es una cuestión de tiempo… y de narrativa revolucionaria.

El respaldo de Gerardo Fernández Noroña —que pasa del megáfono al mazo institucional— terminó por sellar la tendencia. “Me parece un perfil fuerte”, declaró. Y como en la política mexicana no hay ironía más dulce que las frases solemnes para legitimar lo inevitable, bastó con eso.

Mientras tanto, desde Yucatán, Verónica Camino Farjat sigue “analizando posibilidades”, aunque su pasado priista pesa más que su presente guinda. Porque si algo no se tolera en esta nueva era es la incongruencia de antes… a menos que venga en empaque de gobernabilidad.

En una Cuarta Transformación que presume ruptura con el viejo régimen, el Senado demuestra que la tradición más viva sigue siendo la del dedazo, ahora con guion progresista, linaje ideológico certificado y una pizca de sororidad bien encuadernada para redes sociales. Así, como si fuera innovación institucional.