Un día como hoy, pero de 1790, fue realizado uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de la historia de México: el descubrimiento de la Piedra del Sol, conocida popularmente como el Calendario Azteca, en la entonces Plaza Mayor de la Ciudad de México.

El monolito fue encontrado durante trabajos de nivelación realizados en el centro de la capital del virreinato, cuando autoridades coloniales ordenaron retirar estructuras antiguas que permanecían enterradas desde la Conquista. La pieza, de grandes dimensiones y elaborada en basalto, permaneció oculta bajo tierra por más de dos siglos.

La Piedra del Sol es considerada una de las máximas expresiones del arte y la cosmovisión mexica. Aunque durante años fue interpretada únicamente como un calendario, estudios posteriores han demostrado que se trata de un complejo monumento ritual que representa la concepción del tiempo, los ciclos cósmicos y la deidad solar Tonatiuh.

Tras su hallazgo, el monolito fue colocado inicialmente en el exterior de la Catedral Metropolitana y posteriormente trasladado al Museo Nacional, hasta quedar resguardado de manera definitiva en el Museo Nacional de Antropología, donde actualmente es una de las piezas más emblemáticas y visitadas.

A 235 años de su descubrimiento, la Piedra del Sol continúa siendo un símbolo fundamental de la identidad cultural mexicana y una referencia clave para el estudio de las civilizaciones prehispánicas.