Rafael Soto Baylón

Por supuesto me es imposible dar un dictamen sobre la inocencia o culpabilidad del ex futbolista Omar Bravo. Desde que escuché la noticia y después de enterarme de otros datos (caramba, ando fuera de sexenio), noté rareza en el asunto.
No se trata de victimizar a las víctimas. Pero supuestamente las agresiones de tipo sexual se dieron durante años. La madre de la presunta víctima ¿no se percató por años de cambios en el comportamiento de su hija? ¿no notó cambios psicológicos, conductuales -en casi una década- de su descendiente como lo son la baja autoestima, notoria timidez, modificación del trato con su padrastro, retraimiento que incluso los profesores de educación primaria notan en sus alumnos abusados? ¿no le extrañó –si la hubo- actos de sumisión? ¿ella siguió actuando de la misma forma y no tenía dificultades para decidir? ¿La madre ignoraba que los infantes víctimas de acoso sexual presentan depresión, ansiedad, baja autoestima, trastornos nocturnos, pérdida de apetito, conducta antisocial y otros muchísimos síntomas? O fue muy descuidada o confiaba –metiendo las manos al fuego- en su marido. En este caso su ex marido.
Luego tanto la familia como su abogado abrieron el caso a los medios. Error, este tipo, por la propia protección de la presunta víctima no pueden mediatizarse. Luego más antecedentes, problemas de dinero entre las familias. El dinero, siempre el mezquino dinero.
Ignoro qué fin tendrá este asunto. Espero que sea apegado a derecho y a la justicia. No estoy defendiendo a Omar. Solo que es una lástima que no se haya acercado a morena, fuese diputado y con el fuero, como a Cuauhtémoc Blanco, le hubieran hecho los mandados. La justicia en México está en franca decadencia. Y ojalá medios y comentaristas fueran más parcos, dejar de emitir juicios a priori a favor de uno u otro lado. Pero, ¡vivimos en México!