Rafael Soto Baylón

El día 2, después de renovar mi licencia de conducir, transite por la vialidad que todos conocemos como El Canal. Después del cruce de la Avenida Ocampo se encuentra una gasolinera. Me sorprendió la gran cantidad de vehículos de la Guardia Nacional rodeando el establecimiento. ¿Qué será? ¿un asalto? ¿asesinaron a alguien? ¿detuvieron a un peligroso delincuente? Pues no, en los periódicos informaron que la Procuraduría Federal del Consumidor instruyó a la Fiscalía General de la República clausurara dicho negocio porque habían detectado que vendían litros de gasolina incompletos.
Está bien que protejan a la clientela, pero de pasada yo conté unos siete vehículos blancos oficiales. ¿Se necesitan tantas unidades y tantos elementos armados con metralletas y pistolas para clausurar unas bombas de despachado de combustible? ¿pensarían los celosos guardianes del orden que cuando los de la PFC les dijeron “en la gasolinera de la Teófilo Borunda detectamos unas bombas…” y raudos y veloces los de la GN y FGR pensaron que eran explosivos y de inmediato acordonaron la zona.
Todos esos agentes harían más falta en la sierra, precisamente en Guadalupe y Calvo, para proteger a la ciudadanía y a los ministeriales estatales que para andar poniendo sellos de clausurado. ¿Qué pensaron? ¿que los propietarios de la gasolinera estarían armados hasta los dientes y se opondrían a sangre y fuego su clausura? Por eso estamos como estamos. El gobierno federal muy bravo con los comerciantes y bastante débiles con los criminales.