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La 4T y el mito de la paz: Violencia, cárteles y una sociedad abandonada

La administración de la Cuarta Transformación (4T) enfrenta un momento crítico que revela la brecha entre su discurso de “paz” y la realidad de un México fracturado por la violencia, la penetración criminal y una agenda ideológica que polariza. Desde Chihuahua, observamos con preocupación cómo el proyecto morenista prioriza símbolos sobre sustancia, mientras el país arde en dos frentes: el narcotráfico y la descomposición del tejido social.

Morena ha instrumentalizado la justicia para imponer una agenda progresista que divide a la sociedad. La despenalización del aborto, impulsada desde la Suprema Corte y operativizada por instituciones como el ISSSTE, no responde a una demanda social mayoritaria, sino a una ideología globalista. Es paradójico que, mientras el gobierno habla de “derechos”, ignora el derecho fundamental a la vida, defendido por figuras como el recién fallecido Jorge Serrano Limón, cuyo legado contrasta con la frivolidad de un Estado que financia abortos gratuitos mientras recorta presupuestos para hospitales infantiles.

Las movilizaciones sociales, como la Marcha al Cubilete —que reunió a 40,000 jóvenes en Guanajuato—, son un termómetro del descontento. Estos ciudadanos, sin recursos públicos ni promesas de empleo, desafían la narrativa oficial que caricaturiza la fe y los valores tradicionales como “conservadores”. Es una respuesta orgánica a un gobierno que, en su afán de controlar la cultura, desprecia a las mayorías que no caben en su proyecto hegemónico.

La 4T se ufana de su “soberanía”, pero actos como la capitulación de Colombia ante Trump (por presiones arancelarias) o las acusaciones de Elon Musk contra Carlos Slim —sin pruebas, pero con impacto mediático— muestran un México débil en la escena global. La falta de una estrategia clara en seguridad y economía nos coloca a merced de decisiones extranjeras, mientras el gabinete de López Obrador se enreda en conflictos domésticos artificiales.

Morena gobierna para sus bases ideológicas, no para el país real. La semana pasada cerró con 200 asesinatos, gobernadores vinculados al crimen y una sociedad fracturada entre quienes exigen seguridad y quienes son bombardeados con consignas progresistas. Mientras la 4T celebra su “transformación”, los cárteles expanden sus negocios (no solo drogas: tráfico de personas, minería ilegal, aguacate) y la clase media huye de estados como Chihuahua o Michoacán. El relato oficial es un espejismo: sin seguridad, sin consensos sociales y sin credibilidad internacional, el proyecto morenista se agota en su propio circo mediático. Urge un cambio de rumbo antes de que el México profundo, ese que no aparece en las mañaneras, colapse por la suma de sus heridas.