La danza del poder en el Senado: entre indecisiones, ambiciones y “esperas estratégicas”
Mientras el Senado mexicano se adentra en un periodo extraordinario, las aguas políticas se agitan con una intensidad inusitada. Gerardo Fernández Noroña, hasta ahora presidente del Senado, ha sembrado más incertidumbre que certezas al afirmar que aún no decide si buscará la reelección. En su estela, emergen candidatas, disputas internas y pactos subterráneos que dejan entrever que en la 4T nadie se retira del juego… sólo lo reinventa.
Noroña, otrora categórico al declarar que no iría por otro periodo, ahora se parapeta tras una ambigüedad estratégica. Su declaración de que “esperará la decisión del grupo parlamentario” traslada la presión a sus pares, al tiempo que mantiene su nombre en la conversación. Esta indecisión no es un simple titubeo: es una herramienta de negociación en un Senado que se convierte en tablero de múltiples intereses.
Andrea Chávez encarna la fuerza emergente del “adanauguismo”, pero su candidatura encuentra resistencias dentro del oficialismo, principalmente por su cercanía con el exsecretario de Gobernación. Imelda Castro, con el respaldo de Luisa María Alcalde, intenta equilibrar la balanza, aunque ambas comparten el mismo dilema: la falta de un árbitro institucional sólido ante las tensiones entre facciones de Morena.
• Según fuentes legislativas, hasta junio de 2025, 4 senadoras han manifestado informalmente interés en presidir la Mesa Directiva.
• En la legislatura saliente, más del 60% de las decisiones en el Senado se tomaron por bloques mayoritarios definidos por líneas internas de Morena.
• La participación de mujeres en presidencias de comisiones ha crecido un 30% desde 2018, pero la titularidad del Senado continúa siendo predominantemente masculina.
Desde la LXIV Legislatura, la presidencia del Senado ha sido utilizada como plataforma de proyección nacional. Figuras como Martí Batres o Olga Sánchez Cordero lo entendieron bien: el puesto es tan simbólico como funcional. Las tensiones actuales remiten a las de 2021, cuando se reconfiguró el control interno tras la salida de Ricardo Monreal de la coordinación parlamentaria.
El analista político Ernesto Villanueva afirma que “las vacilaciones de Noroña pueden parecer falta de dirección, pero en realidad son una forma de preservar poder ante la falta de consensos”. Por su parte, la politóloga Mariana Campos advierte que “la disputa entre grupos dentro de Morena ya no se resuelve en Palacio Nacional, sino en los pasillos del Senado, donde cada quien juega su propia candidatura 2027-2030”.
Este episodio legislativo no sólo marca el rumbo del Senado, sino que también revela las fisuras de la autollamada “Cuarta Transformación”. La pugna por la presidencia del Senado puede ser la antesala de fracturas más profundas en la antes sólida narrativa unitaria del oficialismo. Las decisiones —o su ausencia— impactarán directamente en la gobernabilidad legislativa del segundo semestre de 2025.
La ausencia de definiciones no es producto de la improvisación, sino de cálculos milimétricos en un contexto donde los equilibrios ya no se negocian únicamente en el Ejecutivo. El Senado es hoy territorio en disputa entre proyectos personales, facciones internas y batallas anticipadas por 2027.
En resumen, el Senado parece más un episodio de reality show que un órgano legislativo. Noroña, en el papel de “no estoy seguro pero sí estoy seguro”, Andrea Chávez en modo “paciencia que estoy eligiendo outfit para la gubernatura”, y la 4T administrando las tensiones como quien reordena sillas en el Titanic: con gran empeño, pero sin cambiar el rumbo.