Claudia Sheinbaum está recorriendo el país en febrero con una consigna central: convocar a multitudes en sus eventos para reforzar la percepción de que la elección ya está definida a su favor.

Quiere una plaza del Zócalo repleta para su acto inaugural y espera un éxito similar en las principales ciudades del país. Por eso, hace dos semanas removió a la persona encargada de sus giras, María Cruz Vázquez, tras detectar problemas en la organización de eventos previos.

Sheinbaum busca evitar lo que le sucedió a Adán Augusto López, quien a pesar de sus grandes eventos, quedó en anteúltimo lugar en las encuestas. Desde hace una semana, ella revisa personalmente la capacidad de movilización de cada actor en cada distrito.

La campaña se convierte en una prueba de fuego para medir el apoyo que cada persona tendrá en un eventual sexenio. Si la elección en Veracruz se cierra, será difícil que Cuitláhuac García obtenga el puesto que aspira en el gabinete. Lo mismo ocurre en Monterrey, donde Tatiana Clouthier teme que un tercer lugar la deje fuera de la Secretaría de Gobernación.

Sheinbaum está convencida de que los mega actos son cruciales para instalar la percepción de que no hay elección por definir. Además, cree que Xóchitl Gálvez no está en condiciones de realizar eventos de tal magnitud, ni por recursos económicos ni por el apoyo de gobernadores y alcaldes.

Ambas candidatas buscan atraer a los indecisos. Sheinbaum, confiada en su ventaja actual, espera que este grupo no se active. En el War Room morenista creen que Gálvez necesita activar a los indecisos para ser competitiva, por lo que su discurso se ha centrado en la seguridad y el miedo.

El discurso de la campaña se basa en el paquete de reformas de AMLO, con énfasis en la protección de los grupos vulnerables. Aunque algunos, como Marcelo Ebrard, recomendaban un mensaje más moderado, la consigna desde Palacio Nacional es clara: la contienda se gana con los votos morenistas y no hay que descuidar ese electorado.