El Real Madrid protagonizó una protesta sin precedentes a tan solo 24 horas de la final de la Copa del Rey ante el Barcelona, desatando una tormenta institucional que eclipsó el carácter festivo del evento. En una jornada marcada por la tensión, el club blanco rechazó participar en todos los actos oficiales previos al encuentro: rueda de prensa, entrenamiento en La Cartuja, cena institucional y fotos oficiales.

El detonante fue la comparecencia pública de los árbitros designados para la final, González Fuertes y De Burgos Bengoechea, cuyas declaraciones fueron tildadas de inadmisibles por el club madrileño. Según fuentes cercanas, la directiva consideró que sus palabras, dirigidas implícitamente contra Realmadrid TV, reflejaban una “clara animadversión y hostilidad” hacia la entidad.

El gesto del Madrid fue drástico y repentino. De acuerdo con ESPN, la decisión fue tomada minutos antes de que Luka Modric y Carlo Ancelotti comparecieran ante los medios. En lugar de ello, el club optó por un plante total en señal de protesta por la negativa de la Real Federación Española de Fútbol a cambiar la designación arbitral, pese a haber sido solicitado formalmente.

El comunicado oficial publicado por el club insistió en que los comentarios de los colegiados, realizados “bajo un tono amenazante”, eran incompatibles con los principios de “equidad, objetividad e imparcialidad” que deberían imperar en una final de alcance global. Pese a todo, aclararon que “nunca se planteó no disputar el partido”, apelando al respeto por los aficionados y los valores del deporte.

Mientras tanto, el presidente federativo Rafael Louzán confirmó que la final se celebrará con normalidad, pidiendo “responsabilidad y tranquilidad” a las partes implicadas. Desde el entorno del Barcelona, el técnico Hansi Flick abogó por “respetar a los árbitros”, marcando un contraste con la actitud del equipo rival.

A once años de su última final copera, el Real Madrid llega a Sevilla en medio de un clima enrarecido, tensando al máximo la cuerda institucional y mediática. Lo que debía ser una celebración del fútbol español se ha transformado, por momentos, en un escenario de confrontación. Sin embargo, el balón rodará. Y lo hará, pese a todo.