Pan de muerto llega antes a Chihuahua Capital por demanda ciudadana
Nota y fotos por: Silver Juárez Arce
No hay letrero que anuncie su llegada, ni horno a la vista. Solo el aroma a naranja y cempasúchil que desde las 5:30 de la mañana se cuela entre los portones aún cerrados del Centro Histórico. Una mujer con hielera y voz firme recorre la esquina de Victoria y calle Aldama, ofreciendo lo que nadie más tiene en octubre: pan de muerto recién horneado, adelantándose por semanas a la temporada oficial.
“La gente ya no aguanta, me lo pide desde septiembre”, confiesa mientras acomoda las piezas sobre una charola. Cada pan de muerto empaquetado —$25 pesos— lleva el sello de su bóveda de barro: masa esponjosa perfumada con esencia de flor de cempasúchil y cáscara de naranja, horneada con leña desde la noche anterior. “No es lo mismo que el de las panaderías; este huele a tradición”, insiste.
No hay local, ni horario fijo. Solo su rutinario recorrido: primero por la Aldama, luego hacia la plaza, siempre antes de que el sol caliente las banquetas. “Si madrugo, a las 9 ya no queda nada”, advierte, mientras un grupo de oficinistas hace fila con vasos de café en la mano. Junto al pan de muerto, ofrece conchas rellenas y niños envueltos, pero es el aroma dulce y cítrico el que detiene a los transeúntes.
Su único “punto de venta” es la banqueta frente al viejo edificio de seguros, donde los viernes —cuando no hay suspensión de clases— su hijo Christopher, de 12 años, la ayuda a cargar la hielera después de la escuela. “A las 10 ya solo quedan migajas”, ríe una señora que compra unas piezas de este pan. “Pero valen la pena: ningún panadero le echa tanta esencia de flor como ella”.
Quienes quieran probarlo deben buscarla antes del mediodía, cuando el sol ya quemó las últimas piezas. “En noviembre todos lo venden, pero los que saben ya me buscan desde ahora”, presume, mientras un señor paga con monedas sueltas y le pide unas piezas de este pan.
