Rafael Soto

Nadie está de acuerdo con el aborto. Pero vamos por el principio. Abortar es la interrupción y finalización prematura de un embarazo. Se le divide en dos clases: el espontáneo (aunque algunas personas lo llaman “natural” pero es incorrecto) y el provocado. El primero es cuando un embrión o feto muere antes de la semana 20 del embarazo. Habitualmente ocurre en las primeras semanas de gestación. Según estudios entre el diez y el veinte por ciento de los embarazos terminan de esta manera. En estos casos la mujer no tiene la capacidad de decisión respecto a la interrupción de su embarazo. No es posible ni evitarlo ni provocarlo. Hay ciertas enfermedades, situaciones o estados de salud que aumentan el riesgo de sufrir un aborto espontáneo. Estos son diabetes grave, infecciones serias, lesiones mayores o anomalías en el útero principalmente. Después de un aborto espontáneo es psicológicamente “normal” que la dama tenga sentimientos de duelo.
Los segundos, los abortos provocados, se dividen en dos grupos: el aborto terapéutico es el recomendado por los médicos para proteger la vida de la mujer. Esto es, de continuar el embarazo, las complicaciones son tantas que las probabilidades de sobrevivencia de la futura madre son demasiado pocas. Entonces se recomienda la suspensión del estado de gestación. En la mayor parte de las legislaciones del mundo esta elección –drástica pero ineludible- está permitida excepto en El Vaticano, El Salvador, Malta, Nicaragua y República Dominicana. La responsabilidad recae en el médico quien tiene la obligación legal y moral de preservar la vida de las personas. En este caso un feto, aunque potencialmente llegaría a serlo, todavía no lo es. Cuando a la mujer se le explica –de ser posible- su situación médica, solo es para tomarla en cuenta, pero en la realidad un aborto terapéutico o médico se realiza casi inmediatamente después de que los galenos han diagnosticado y medido los pros y los contras de una interrupción o no del embarazo. Si se decide por la suspensión, el proceso se lleva a cabo en unos cuantos minutos. Aquí no importa el número de semanas de gestación y claro los médicos harán hasta lo imposible por salvar las vidas de la madre y su futuro hijo.
El otro grupo son los legales. Interrupción legal del embarazo, como se le denominó en la Ciudad de México para suavizar el término. Los requisitos para llevarlo a cabo son mínimos: identificación oficial, comprobante de domicilio, CURP, acta de nacimiento, la identificación de un acompañante. En el caso de las menores de edad deben acudir acompañadas de su padre o madre o en su defecto su representante legal. Y que debe tener menos de siete semanas de gestación. Aquí lo importante es señalar que la fémina no tiene que presentar motivos o justificación de su decisión.
Para muchas mujeres no es una decisión sencilla. Es un tema de carácter ético moral. Esto es, cuando tenemos un problema, una duda, acudimos a nuestro sistema de creencias. Si es abierto la opción del aborto será seriamente considerada. Si es cerrado el mismo método de creencias le dirá qué hacer. No es como ir a quitarse una uña enterrada. Previamente a la mujer se le realizan los exámenes para valorar el estado de gestación, comprobar que no sufra de alguna patología que haga incompatible el procedimiento (ecografía, pruebas de sangre, entrevista clínica). Y es importante recalcarlo: el acudir a cualquiera de las instituciones médicas autorizadas para solicitar la interrupción del embarazo, llenar las formas oficiales, entregar los documentos mencionados no la obliga a abortar y puede arrepentirse en cualquier momento. Aunque según estadísticas, esto raramente ocurre. En el país la legislación de cada entidad permite los abortos por consideraciones de salud o en caso de violación sexual. Solo en la Ciudad de México es posible hacerlo sin señalar causales.
Después de un aborto en cualquiera de las clases señaladas, la mujer requiere de una psicoterapia porque es natural que conlleve la depresión post parto y es claro que también influye la caída hormonal.
Nadie está de acuerdo con el aborto. Es verdad. Ninguna mujer se embaraza para abortar. La posibilidad de la interrupción del embarazo ocurre cuando la fémina no desea tener un hijo por los motivos que usted guste o mande. No le interesa darlo en adopción, ni tirarlo a la calle. No lo quiere tener y punto. Por eso sí debería legislarse en todo el país los abortos voluntarios. Y que sea la decisión de cada mujer si desea continuar con su preñez o no. Que sea una decisión ética o moral. Que ningún grupúsculo moralista, religioso, tendencioso, político o ideológico le ordene a una mujer qué hacer con su embarazo. Nadie es lo suficientemente ni sabio ni bueno para decirle a los otros qué deben hacer y qué no deben hacer.
La decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación despenalizó, por vía judicial por este unanimidad de votos, la interrupción voluntaria del embarazo. Lo cual conlleva grandes pasos en la materia de derechos. Será gratuito en el IMSS, el ISSSTE y cualquier otra institución pública federal. El personal médico de las mencionadas instituciones no podrán ser criminalizadas por participar en dichas intervenciones. Se eliminará del Código Penal Federal estas acciones como delitos y todos los jueces estatales y federales tendrán que acatar lo aprobado por la SCJN. Lo reiteramos, el asunto del aborto debe tratarse en el renglón moral, no en el jurídico. Es una derrota para los grupos ultraconservadores y un triunfo para quienes defienden los derechos humanos, en este caso, sobremanera de las mujeres.

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